Una invertida en el infinito divagar en que se puede convertir el acto abstracto del pensamiento y del recuerdo sopesa la acción en sí que es tomar la calle.
Un acto de irreverencia pública en sí mismo tachado como delito cuando se hace sin los permisos pertinentes.
Pero, la calle es nuestra y la noche también.
Y si se conjugan dan como resultado momentos compartidos que merecen ser contados.
Además, no llegará el día en que este sistema de mierda haga que nos quedemos en casa.