
La respuesta de las autoridades los últimos diez años ha sido tratar los diferentes crímenes como violencia común en el ámbito privado, sin reconocer la existencia de un patrón de violencia persistente contra la mujer que tiene raíces más profundas basadas en la discriminación.
¿Qué hubiera pasado si cadáveres de hombres comenzaran a aparecer en los desiertos chihuahuenses sin un vínculo evidente con el ajuste de cuentas entre narcotraficantes?
¿Veríamos a las autoridades moverse con mayor eficiencia y de manera expedita?
Es verdad que no podemos responder con certeza a esta pregunta, pero lo cierto es que reducir estos crímenes al “ámbito privado” y bajo esta óptica encontrarle una solución ayuda de poco.